He sido un niño pequeño que, jugando en la playa, encontraba de
tarde en tarde un guijarro más fino o una concha más bonita de lo
normal. El océano de la verdad se extendía, inexplorado, delante de mi.
La lluvia le dijo al viento: Empuja tú que yo azoto y tánto hirieron
el soto que de las flores altivas, doblegadas pero vivas, yo sentía el
sufrimiento.